ESTADOS UNIDOS
Michelle Obama: la mujer que pudo y no quiso ser Presidenta de Estados Unidos
En abril, Michelle Obama visitará Colombia. La mujer que pudo y no quiso ser presidenta de los Estados Unidos.
Miles de Michelles
“He comparado esos años con la experiencia de ser disparados por un cañón. Con todo lo que pasaba volando a nuestro lado a mil kilómetros por hora, mientras nos limitábamos a agarrarnos como si se nos fuera la vida en ello”, dice Michelle Obama respecto a lo que sucedió desde que su marido Barack Obama le planteó la posibilidad de él aspirar a la presidencia de Estados Unidos (20 de enero de 2009 – 20 de enero de 2017).
La exprimera dama de 56 años asegura que todo eso lo vino a procesar una fría mañana de invierno del 20 de enero de 2017 en que acompañó a Melania Trump en su limusina con rumbo a la investidura del nuevo presidente de Estados Unidos.
Actualmente, en su nueva casa, en un barrio tranquilo y lujoso de Washington, camina descalza y en pantalón corto, eso y poder prepararse un sándwich de queso y degustarlo sola en el jardín es para ella lo mejor de su nueva vida.
Precisamente fue allí, en su nuevo hogar, muy distinto a su agitado día a día en la Casa Blanca, donde sintió que tenía mucho por contar y empezó a escribir Mi Historia, una biografía de más de 500 páginas, en las que ajusta cuentas con el pasado, desde que era una estudiante negra en una prestigiosa universidad (se graduó de la Universidad de Princeton y de la Universidad de Harvard), cuyo alumnado era mayoritariamente blanco, hasta su vida como madre primeriza estresada y sus ocho años como primera dama de los Estados Unidos. Por su historia, que se puso a la venta en 34 países, Penguin Random House pagó una cifra superior a los 60 millones de dólares.
Para Vladimir Rouvinski, analista político y docente de la Universidad Icesi, “Michelle sigue siendo muy popular para sus connacionales, puede hablarse de una marca que existe de los Obama, pero también está Michelle Obama como ‘brand’ muy fuerte, lo que indica que puede tener una carrera pospresidencial muy exitosa, que le permite ser una líder de opinión, dar conferencias, publicar libros, viajar por el mundo para compartir su conocimiento”.
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“Michelle Obama es la mujer que no quiso ser presidenta de Estados Unidos, porque es tal su carisma, su inteligencia y su talente que desde muchas voces del partido demócrata y no demócrata, le pidieron que se lanzara en esta campaña, pero ella no lo consideró. Es una mujer de muy alto nivel de opinión y en lugar de cumplirse en el caso de los Obama la máxima que reza ‘Detrás de todo buen hombre hay una gran mujer’, aquí es lo contrario, ‘Detrás de esta gran mujer hay un gran hombre’, ella fue jefa de Obama y, como él lo ha dicho públicamente, se convirtió en su coequipera y en su guía para tomar decisiones que lo han llevado a tanto éxito. Es una mujer que puede nacer cada siglo”, dice Óscar Gamboa, director ejecutivo de Amunafro, Asociación Nacional de Alcaldes de Municipios con Población Afrodescendiente.
Aunque a Estados Unidos le haría falta en este momento una presidenta como Michelle, ella no parece preocupada por su futuro, ya que junto a su esposo percibe cantidades que exceden los seis dígitos por dictar conferencias —Barack cobra 700.000 dólares ($2.300 millones en promedio y Michelle, 1 millón de dólares por hora)—, y participar en debates en cualquier lugar del mundo donde la requieran, como en EXMA, evento de networking y aprendizaje que se llevará a cabo en Bogotá el 13 y 14 de abril, al que fue invitada. Eso sin contar el contrato que firmó la pareja con Netflix para producir documentales y películas, y por el que ya recibieron su primer Óscar a Mejor Documental.
Más allá de esa aura millonaria, Michelle es una abanderada de grandes causas. Como primera dama se propuso acabar con el sobrepeso, que le cuesta al sistema sanitario estadounidense 150.000 millones de dólares, una cifra superior a la del cáncer. Hizo especial énfasis en terminar con la obesidad infantil, que en Estados Unidos padecía uno de cada tres niños y lo logró, a través de la promoción de una dieta sana. Puso como ejemplo a sus propias hijas, Malia y Sasha, quienes en su momento estuvieron “redonditas y pensé que estaban sanas”, como un llamado de atención a los padres para estar atentos a los desórdenes alimenticios y por ello hubo quien la señaló de promover la anorexia. Por Michelle, 45 millones de niños almuerzan de manera saludable en los colegios y 11 millones de ellos hacen actividad física.
Pese a resultados como esos, a quienes sueñan con verla como primera mandataria de los Estados Unidos les aclara: “No tengo la menor intención de presentarme a un cargo público. Nunca”. No soporta la crispación política que conduce a una “división tribal entre rojos y azules” y para ella Donald Trump es “el típico abusón” y “la materialización más fea del poder”.
Michelle se define como “ambiciosa, testaruda”, “suelo levantar la voz cuando me enfado o aplicar los puños si hace falta”. Dice que fue con su tía Robbie, su exigente profesora de piano con la que compartían vivienda en el South Side, barrio humilde de mayoría negra, en Chicago, Illinois, donde empezó a desarrollar su propia voz. A sus cinco años ya difería con ella respecto a su método de enseñanza, “tenía mis propias ideas sobre cómo aprender escalas y acordes, saltaba de una parte del libro a otra y aprendía canciones de oído”.
“En las décadas que siguieron tuve que aprender a utilizar mi voz en multitud de escenarios, desde el barrio con sus matones hasta las aulas universitarias, pasando por las salas de reuniones de los bufetes de abogados y las plazas y estadios del mundo. Y me he dado cuenta de lo afortunada que he sido de tener unos padres y unos profesores, personas como Robbie, que no me hicieron callar sino que me permitieron desarrollar y utilizar mi voz. Espero que los padres fomenten esos valores en sus propios hijos. Y que nadie, especialmente las jóvenes, tenga jamás miedo de hacer oír su voz”, es uno de sus contundentes mensajes.
También marcó su vida el pertenecer a la minoría afroamericana y ha aplicado siempre la máxima de sus ancestros negros: “debes ser el doble de bueno para llegar la mitad de lejos”. Se empeñó en sacar sobresalientes. No tuvo que hacer segundo grado, y en sexto fue escogida para acudir a un programa de excelencia donde aprendió francés. “No era un prodigio. Me esforcé por dar lo mejor de mí. Como le gusta decir a mi madre, en mi ciudad hay miles de Michelles, niñas y niños con talento, diligentes, honestos y genuinos que se preocupan por las cosas. También ellos podrían haber sido presidentes, presidentas, primeras damas o primeros caballeros. Mi vida ha dado muchas vueltas. Terminé siendo la primera dama de Estados Unidos y por eso mi historia se hizo pública, pero en mi barrio hay más de un niño cuya historia nos haría sentirnos orgullosos a todos”.
El pasante y la tutora
El padre de Michelle LaVaughn Robinson Obama, Fraser Robinson fue un obrero que se ganaba la vida fregando suelos en una depuradora de agua de Chicago, y pese a padecer esclerosis múltiple temprana nunca dejó de trabajar. Su madre, Marian Shields Smith, secretaria, cuidaba de sus hijos Craig y Michelle en la planta de arriba de una cabaña de ladrillo, en el sur de Chicago.
Un estudio al árbol genealógico de Michelle Obama comisionado en 2009 por el diario The New York Times reveló su parentesco con una esclava originaria de Carolina del Sur llamada Melvinia, que ‘pertenecía’ a un terrateniente en el estado sureño pero que fue enviada a Georgia una vez que este falleció.
La tatarabuela Melvinia nunca quiso admitir que fuera violada por su dueño blanco, un estigma difícil de digerir para la familia de Michelle, la mujer negra que acabaría en la Casa Blanca, construida por esclavos negros. Un hecho que usaron como una acusación los detractores de los Obama, aduciendo que no eran “lo suficientemente negros como para hacer frente a las elecciones al puesto en el Senado por su estado natal de Illinois”. “He crecido en esta comunidad y soy tan negra como se puede llegar a ser. Nací en el South Side de Chicago. No éramos ricos. Yo confronto mi negritud ante la de cualquiera en este Estado”, respondió Michelle en esa ocasión a los periodistas que cuestionaban a su familia.
Descendiente además de Jim Smith, esclavo nacido en Carolina del Sur, donde aún conserva gran parte de su familia, esta mujer adicta al orden estudió en las escuelas públicas de Chicago, y se graduó de Sociología y Estudios Afroamericanos en la Universidad de Princeton, siguiendo los pasos de su hermano mayor Craig. Tenía 17 años cuando se mudó al campus en Nueva Jersey y ya empezó a sufrir discriminación.
“Hace 50 años aún se veían avisos en Estados Unidos como ‘Vendo casa de tantas hectáreas, tantos esclavos, tantos hombres, tantas mujeres, tantos niños’. Así que ella, siendo una mujer negra en esa época, incursionando en un tipo de perfiles en los que no había cabida para los negros, obviamente generaba molestia, donde se sentaban los blancos no podían estar los negros”, dice Óscar Gamboa, director ejecutivo de Amunafro.
Por eso no le extraña la historia sobre la petición de la madre blanca de su compañera de cuarto que solicitó, sin éxito, que cambiaran a su hija de habitación porque no podía estar con una negra, y que relata Peter Slevin en la biografía ‘Michelle Obama: Una vida’. La propia Michelle da fe de ello en la introducción de su tesis de licenciatura: “Mis experiencias en Princeton me hicieron mucho más consciente del hecho de ser negra. No importa cuan liberales y abiertos sean mis profesores y compañeros blancos en su trato conmigo, a veces me siento como una visitante en el campus”, eso no impidió que se graduara ‘cum laude’ en sociología con especialización en Estudios Afroestadounidenses y tres años después, en 1988, continuara su carrera académica estudiando Derecho en Harvard. Desde las aulas reclamó a las autoridades universitarias que empleasen a profesores miembros de minorías y subió al podio de las diez mejores abogadas de Estados Unidos.
Al graduarse de la escuela de leyes, trabajó con el bufete de abogados Sidley & Austin. Y allí llegó Barack Obama a hacer su pasantía y Michelle, de 25 años, pese a ser más joven que él, de 28, se convirtió en su tutora. A mitad de la pasantía, el futuro presidente de Estados Unidos la invitó a ver la película de Spike Lee, Do the Right Thing. “Fue fantástico. Él fue muy encantador y le funcionó”, dijo ella en 2004, refiriéndose a su brillante colega, “algo exótico”, nacido en Hawái, criado por su mamá y quien vivió en Indonesia.
Marian, la madre de Michelle, solía advertirle: “Primero gana dinero y después preocúpate por tu felicidad”, y ella lo hizo. Trabajó como directora de una organización sin ánimo de lucro ayudando a jóvenes a labrarse una carrera y como subdirectora de un hospital mejoró el acceso a la sanidad de las clases menos favorecidas. Solo hasta crear sus propios cimientos, se casó de blanco, al ritmo de ‘Tú y yo’, de Stevie Wonder.
Viene a Colombia
“Y le dije, la segunda cosa que le quiero pedir, presidente Obama, es que me ayude porque nosotros nos vamos a encargar de traer a Michelle el otro año. Él me tocó el hombro y me dijo: ‘déjelo en mis manos’”, afirma Ricardo Leyva, empresario y socio de EXMA 2020, refiriéndose a Barack Obama, quien inauguró el año pasado el evento y quien convenció a su esposa de asistir este año.
Sí, la exprimera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, una de las personalidades femeninas más admiradas en el mundo, será la conferencista principal de EXMA 2020, un evento de networking y aprendizaje que se llevará a cabo en el Movistar Arena de Bogotá el 13 y 14 de abril. Los precios de la boletería van desde $500.000 hasta $6 millones.
“Michelle es una mujer de romper barreras, EXMA 2020 tiene la obsesión de cambiar la mentalidad a todos nuestros líderes haca el futuro”, asegura Leyva, quien cuenta que llegará acompañada de su equipo de trabajo. Está en el centro de la opinión y usa eso para mostrar que todas las barreras se pueden romper”, destacó el empresario.
Mientras esta líder llega a la capital del país, en casa ya tiene el primer presente colombiano enviado por Sístole, organización de EXMA, se trata de un detalle realizado por el artista caleño Tullu, en el que están interpretados Barack y Michelle Obama.
El protocolo de seguridad será similar al que se llevó a cabo con el expresidente en su visita el 28 de mayo de 2019. Antes del mediodía las puertas del Movistar Arena serán cerradas y volverán a abrirse cuando Michelle parta de Colombia.
Para el analista Vladimir Rouvinski, profesor de la Universidad Icesi, “ella, sin ser una funcionaria del gobierno, utilizó su prestigio y la aceptación de la sociedad estadounidense, para emprender el programa ‘Let’s Move’ (A Movernos) que dio resultados reales, contables, incluso las cadenas de supermercados cambiaron la forma como están suministrando la comida a los colegios públicos y la transformación del estilo de vida en las comunidades afroamericanas ha sido impresionante”.
Además, dice el analista, “la misma forma como fueron tratados los Obama cuando subieron a la presidencia, hizo que se pusiera sobre el tapete el tema de la segregación. Las relaciones interraciales en Estados Unidos nunca serán las mismas después de ocho años de presidencia de los Obama y su papel es muy importante. Michelle cambió la percepción del rol de la mujer en la sociedad estadounidense e influyó en la inclusión en los programas de educación pública”.
Sumado a lo anterior, los Obama crearon Higher Ground Productions, productora de contenidos para películas y series, para contar historias más allá de los conflictos políticos, y firmaron un acuerdo con Netflix. Entre sus proyectos se destacan el oscarizado documental American Factory, sobre un hombre millonario que abre una fábrica en lo que antes era la planta de General Motors. Están The Fifth Risk (El quinto riesgo), serie basada en el libro de Michael Lewis -que lleva el mismo nombre- donde se relatan algunas decisiones del presidente Donald Trump al inicio de su gobierno; y ‘Bloom’ sobre mujeres afroamericanas en el mundo de la moda en Nueva York tras la segunda Guerra Mundial.