Cali - Cop16
El barco ‘caza focas’ que ahora cuida al Pacífico colombiano: así es el Artic Sunrise de Greenpeace
El buque navega Malpelo, aún amenazado por la sobrepesca ilegal y la contaminación del océano por plástico. En tiempos de COP16, el llamado de la organización ecologista es a proteger la biodiversidad de la zona.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Cuando lo construyeron en Noruega en 1975, el barco se llamaba Polarbjørn (Oso Polar). Una pesquera lo utilizaba para cazar focas y la organización ecologista Greenpeace lo tenía entre sus objetivos a denunciar. En la Antártida, el Oso Polar le entregaba al gobierno francés equipamientos para construir una pista de aterrizaje en una zona donde vivían los pingüinos.
Ahora el barco se llama Artic Sunrise y navega por estos días en las aguas de Malpelo, en el Pacífico, protegiendo su biodiversidad. Entre sus tripulantes, además de los activistas de Greenpeace, que pasó a ser la propietaria del barco, y biólogos de la Fundación Malpelo que acompañan la expedición, viaja la deportista colombiana Sofía Gómez Uribe, quien rompió el récord mundial de apnea.
— Siempre he tenido una conexión con el océano, y lo más bonito es poderla compartir para que otras personas se enamoren del mar. Que dejen de ser parte del problema y se conviertan en solución. Conozco muchos mares, el más remoto es en la Antártida, pero no hay ninguna playa donde no exista la contaminación por plástico. Se volvió normal, paisaje, y es triste. Por eso estoy en el barco, para generar contenidos sobre Malpelo y cuidar su riqueza, porque lo que no se conoce no se cuida. Además de la contaminación por plástico, está amenazado por la sobrepesca – dice Sofía en la cubierta del Artic Sunrise.
No son pocas las celebridades que se unen a las campañas de Greenpeace y viajan en sus barcos. No solo porque comparten sus valores ecologistas, sino porque en medio del mar vuelven a ser personas comunes y corrientes. Nadie les pide fotos ni autógrafos. En cambio, deben compartir el trabajo con los tripulantes, incluso lavar los platos, no importa la fama.
Hace unos meses, recuerda el marino colombiano Luis Fernando Vásquez, ingeniero en el Artic Sunrise, un hombre pidió ser ayudante de cocina (los cocineros son los más importantes en la tripulación, pues deben garantizar, con la buena comida, el ánimo de todos). El hombre estuvo navegando durante una semana y resultó ser el baterista de una banda de rock con millones de seguidores. La más reciente celebridad que viajó en el Artic Sunrise fue la actriz Alba Flores.
Greenpeace compró el barco en 1995 y le cambió el nombre para redimir su pasado como ‘cazador’ de focas y lo convirtió en un protector de los océanos. La organización necesitaba un buque rompe hielos para recorrer la Antártida. Su primera campaña ecologista fue en 1996, navegando por las instalaciones petrolíferas en el Mar del Norte. Desde entonces es considerado el barco más activo de la ONG.
Fue el primer buque que recorrió completa la isla James Ross en la Antártida, para demostrar que el calentamiento global reflejado en el deshielo antártico era evidente.
En 1998 navegó el río Paraná, la cuenca Matanza-Riachuelo y el Mar Argentino, frente a Bahía Blanca, para denunciar a las compañías que tiraban sus tóxicos en el agua, y en 2006 se opuso a embarcaciones japonesas que intentaban cazar ballenas en el Antártico.
Pero la historia que siempre cuentan los tripulantes del Artic Sunrise es la sucedida en septiembre de 2013. En ese entonces un grupo de 28 activistas se propuso impedir que la plataforma petrolera de la empresa rusa Gazprom hiciera la primera perforación de petróleo en el mar del Ártico.
A la madrugada, un helicóptero del Ejército ruso se ubicó sobre el Artic Sunrise mientras soldados bajaban con cuerdas para tomarse el barco. Los encargados de las comunicaciones se encerraron en un cuarto para transmitir las imágenes. Los soldados rusos capturaron tanto a los activistas de Greenpeace que se oponían a la petrolera rusa, como a los reporteros que los acompañaban. Los mantuvieron dos meses en una cárcel, donde los alimentaban con avena. Fueron acusados de piratería y de llevar drogas. Aunque los liberaron finalmente, el Artic Sunrise estuvo retenido en Rusia hasta 2014.
La historia la narra el que debería tener el cargo de ‘cronista’ en Greenpeace, Diego Salas. Es el director de desarrollo de la organización. Argentino, hincha de River Plate, cabello largo cano, la noche anterior había captado la atención de todos durante la comida mientras contaba cómo nació Greenpeace.
Todo comenzó en 1971, cuando un grupo de hippies pretendían “zafar” de ser reclutados para la guerra de Vietnam y decidieron salir de Estados Unidos hacia Vancouver. Por esos días Estados Unidos realizaba pruebas nucleares en el archipiélago de Amchitka, en Alaska, y los hippies, de distintas nacionalidades, no estaban de acuerdo con ello por la contaminación que significaba. Decidieron actuar.
Organizaron conciertos y pidieron donaciones de amigos, familiares, ciudadanos del común – Greenpeace asegura que no recibe donaciones de empresas ni de gobiernos para garantizar su independencia – y se embarcaron en un viejo bote pesquero llamado Phyllis Cormack para protestar contra las pruebas nucleares. Su objetivo era impedir que la bomba fuera detonada. No lo lograron, pero la atención del mundo se dirigió a ellos, quienes continuaron recibiendo donaciones.
Un año después, y tras la presión de la ciudadanía por lo que habían denunciado, Estados Unidos se vio forzado a detener las pruebas.
En la cena, Diego Salas continuaba narrando la historia.
– Ahí empieza a gestarse Greenpeace. Una de las tantas denuncias que recibieron estos hippies es que los rusos estaban cazando ballenas en el Mar del Norte. Decidieron ir. Se subieron al barco confiados en que iban a encontrar la flota rusa. Pero pasaron los días y el barco era tan pequeño que tenía muy poca autonomía, así que el capitán les advirtió: o volvemos a puerto con vida o quedamos varados en altamar. El capitán se va a descansar y uno de estos hippies toma el timón del barco, frustrado. Dice: necesitamos una señal para saber qué hacer. Y encuentran un juego similar a la tabla ouija. ¿Tenemos que seguir o le hacemos caso al capitñan de volver al puerto?, le consultan al juego. Y el juego les dice sigan, una vez. A la segunda igual y a la tercera también.
Diego hizo una pausa para darle un sorbo a su cerveza.
— En medio de todo esto atraviesan una tormenta y se forma el arcoíris. Recuerdan que, en una de sus paradas, los indios Care los habían llamado así, los Guerreros del Arcoíris, por una leyenda local que decía: ‘Llegará un tiempo en que los pájaros caerán del cielo, los animales de los bosques morirán, el mar se ennegrecerá y los ríos correrán envenenados. En ese tiempo, hombres de todas las razas se unirán como Guerreros del Arcoíris para luchar contra la destrucción de la Tierra’.
Diego volvió a hacer una pausa, como incrementando el suspenso, y prosiguió.
— Pues bien, los hippies, convencidos de que eran los Guerreros del Arcoíris como los llamaron los indígenas, se dirigen hacia el arcoíris formado tras la tormenta que atravesaron y encuentran a la flota rusa. Por primera vez Greenpeace pudo mostrarle al mundo la crueldad de la caza de ballenas. En las grabaciones se ve cómo el arpón del barco ruso entra en la cabeza de la ballena, una escena espantosa. Ese arpón lo llaman la ‘bomba mental’ que el mundo necesita para reaccionar ante la crueldad que continúa contra el planeta. Hoy Greenpeace sigue buscando lo mismo. De manera independiente, con financiación de ciudadanos del común, trata de buscar esa bomba mental que haga reaccionar a la gente ante lo que está ocurriendo.
En Malpelo, el Artic Sunrise busca denunciar la sobrepesca que persiste en el océano Pacífico y la enorme contaminación por plástico. De camino al puerto de Buenaventura, el buque recogió montones de estos residuos, botellas con marcas de países que parecen tan lejanos como el Perú.
– El Pacífico es como una gran autopista que recorren muchas especies entre ballenas, tortugas, tiburones. El 95% de las ballenas que están en el Antártico migran al Pacífico colombiano para reproducirse. Pero por esa autopista está viajando también la contaminación por plástico y por eso desde Greenpeace buscamos que la industria cambie sus formas de producción, porque el reciclaje no es suficiente. El 80% de todo el petróleo que se extrae se destina a la producción de plástico – comentaba la ecóloga Tatiana Céspedes, encargada de la oficina de Greenpeace en Colombia.
Según Naciones Unidas, 13 millones de toneladas de plástico son arrojadas al mar cada año. Equivale a vaciar en el océano un camión de basura cada minuto.
La organización WWF advierte que más de 700 especies, incluyendo algunas que están en peligro crítico, han sido afectadas por el plástico. “Las tortugas marinas son las que más han sufrido a causa de estos residuos en su hábitat, se estima que 52% ha ingerido este tipo de desechos. En YouTube, hay un video que muestra a una bióloga mientras retira un pitillo plástico de la nariz de una tortuga. Ha sido reproducido más de 20 millones de veces. Y escenas parecidas son cada vez más frecuentes en redes sociales”, dice la entidad.
El mar además está repleto de microplásticos. Son residuos de redes de pesca y otro tipo de basura, tan diminutos como un cabello. Hay estudios que advierten que en los humanos ya se ha detectado trazas de micro plásticos. Llegan al cuerpo después de consumir peces contaminados.
Según National Geographic, se ha demostrado que los microplásticos causan daños en las células humanas y por eso el Artic Sunrise navega por las aguas de Malpelo: para denunciar lo que viene ocurriendo en la isla, que hace parte de la Lista Verde de Áreas Protegidas y Conservadas y sin embargo, además de los plásticos, continúan llegando barcos para pescar a gran escala y de forma ilegal. Solo entre 2012 y 2022, Colombia decomisó 334 toneladas de carne de tiburones, rayas, quimeras y otras especies en Malpelo y Gorgona. El dato de lo que lograron llevarse los barcos de pesca ilegal es por supuesto enorme y desconocido.
Una vez llegó el Artic Sunrise a Malpelo, la apneísta Sofía Gómez Uribe se sumergió en el mar con una pancarta que decía: Protege el Pacífico Colombiano. La foto ya le da la vuelta al mundo.
Con el buque por primera vez en esas aguas, y cuando Colombia acoge la COP16, Greenpeace también pide establecer un Tratado Global sobre los Plásticos.