Directora del Centro de Memoria, Ana María Cuesta, murió a la espera de un medicamento vital de su EPS

La socióloga y activista Ana María Cuesta León, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, falleció el pasado 11 de junio a sus 39 años, en medio de una lucha no solo contra una enfermedad huérfana, sino también contra la negligencia del sistema de salud.

Su muerte ha generado una profunda consternación entre familiares, amigos, colectivos sociales y las autoridades distritales, quienes hoy la recuerdan como una mujer comprometida con la dignidad, la memoria histórica y los derechos humanos.

La espera de un medicamento que nunca llegó

Su fallecimiento se produjo tras semanas de espera por un medicamento de alto costo que le permitía sobrellevar su diagnóstico de hipertensión pulmonar asociada a lupus eritematoso sistémico.

Aunque un fallo judicial ordenaba la entrega inmediata del fármaco indispensable para su salud, la EPS Famisanar incumplió.

Su familia había denunciado reiteradamente la falta de acceso a los medicamentos ambrisentan y selexipag, esenciales para estabilizar su salud, sin recibir una respuesta oportuna por parte de la EPS. El primer medicamento no se lo entregaban desde el mes de abril de este año.

“La EPS Famisanar le falló a ella, a nuestra familia, pero también al país, a la memoria, a las víctimas, porque ella quería vivir y tenía mucho más para dar”, dice Lina León Darabos, prima de Ana y entrevistada por El Espectador.

Una mujer de mucho temple

Ana María fue diagnosticada a los 19 años. Desde entonces, su vida transcurrió entre tratamientos médicos, procesos judiciales para hacer valer su derecho a la salud y una incansable labor por la memoria y los derechos de las víctimas del conflicto armado.

Su trayectoria como socióloga se forjó en la Universidad Santo Tomás y se fortaleció en la UNAM de México, donde cursó una maestría a pesar de las dificultades físicas que enfrentaba.

En 2010, junto a Mauricio Pineda, fundó el colectivo artístico Dexpierte, una plataforma de expresión política desde el arte urbano que buscaba remover conciencias sobre el olvido y la violencia.

Su lucha por el medicamento ambrisentan se remonta a más de una década. Aunque en 2020 un juez ordenó a la EPS y a la Caja de Compensación Cafam garantizar la entrega continua del fármaco, ese fallo fue desacatado en múltiples ocasiones.

Su madre, Ana Bernarda, y su hermana Carolina denunciaron que en los últimos meses Ana María debió racionar las dosis por falta del medicamento, se los estaba tomando casi que día de por medio, para que no le llegaran a faltar, cuentan sus familiares.

El 9 de junio pasado, dos días antes de su muerte, la familia había radicado un incidente de desacato. Pero fue demasiado tarde. Ana María fue trasladada a la Clínica Cardio Infantil, donde pasó casi dos días sin atención médica adecuada hasta que perdió el conocimiento. El 11 de junio, a las 3:00 a.m., un paro ventricular acabó con su vida y sus sueños.

Las honras fúnebres se realizaron en Bogotá con una amplia asistencia. En el homenaje, no solo estuvieron personalidades como el alcalde Carlos Fernando Galán, sino también ciudadanos que habían compartido con ellas muchas experiencias con una mujer que siempre lo daba todo por los demás.

La familia espera que Famisanar de una respuesta pública ante esta denuncia de los familiares y por el incumplimiento de la orden judicial de los medicamentos de esta ciudadana.