Colombia
Cerca del 70% de los combatientes serían niños víctimas de reclutamiento forzado
Inteligencia asegura que grupos armados en el Cauca tendrían 1137 combatientes. Autoridades indígenas tienen registro de entre 850 y 900 menores reclutados en los últimos cuatro años.
Aunque vulneraron todos sus derechos intentando convertirlo en un arma de guerra con apenas 11 años de edad, no pudieron doblegar su espíritu de niño: inocente y sin maldad. Por eso no resistió ni el primer hostigamiento por parte de las Fuerzas Militares.
Había pasado algo más de un año desde que abandonó la escuela en la zona rural del municipio de Toribío, norte del Cauca, para sumarse a las filas de las disidencias de las Farc a cambio de una mejor vida para él y su familia, como le prometió el allegado que lo vinculó a ese grupo guerrillero.
Hasta ese día de mediados del 2024 todo parecía un juego. Las botas y el uniforme, el entrenamiento entre risas en el barro, los castigos haciendo ejercicios fuertes ante la burla de otros niños como él, los combates simulados con fusiles de madera y hasta las jornadas aprendiendo a disparar tiro a tiro con fusiles reales.
Pero jamás tuvo tanto miedo como cuando escuchó el tronar de ametralladoras y fusiles dentro del campamento, que hasta entonces parecía un resguardo seguro. Su reacción no fue la de un guerrillero, sino la reacción propia de un niño de su edad.
En medio del ruido y la confusión, intentó huir entre el sonar de las armas y los gritos de comandantes llamando a tomar posiciones. Pero lejos de ser el arma de guerra que las disidencias creían, Kevin* buscó una zanja y se escondió a esperar que la suerte decidiera por él. Cerró los ojos, lloró, y empezó a orar porque temía morir, como lo contó luego.
Los días gozosos en las disidencias terminaron gracias a un ataque terrorista de los hombres de ‘Iván Mordisco’ contra la Fuerza Pública, que llevó al Gobierno de Gustavo Petro a suspender la tregua y los acercamientos con ese grupo ilegal y ordenó al Ejército adelantar una ofensiva total.
Cientos de niños indígenas que se dejaron seducir por dinero, un teléfono, unos tenis o una moto, conocieron a partir de entonces lo que era la guerra y encontraron que ya no había camino de regreso. Muchos han huido, otros han sido capturados y ejecutados, y algunos más recuperados por el Ejército en medio de los operativos y entregados al Instituto de Bienestar Familiar.
“Es muy complicado tener que enfrentar a estas estructuras y saber que en su gran mayoría a ella pertenecen menores de edad. Afortunadamente, casi en un 90 % de los casos donde se presentan combates con estos grupos, los menores de edad huyen, se quedan quietos o se esconden, y por eso el alto número de jóvenes que hemos logrado recuperar”, explica el general Federico Mejía, comandante de la Tercera División del Ejército.
“Casi semanalmente tenemos operaciones donde la Tercera Brigada, la Brigada 29 o la Brigada 23, que son las que conforman la Tercera División del Ejército, logramos desvincular de todo este tipo de actividades a menores de edad; en total, hemos desvinculado este año a 121 menores de edad”, agrega.
La reconfiguración del conflicto armado ha presentado graves afectaciones a la vida y a los territorios indígenas del Cauca, explica Hember Cucuñame, del Observatorio de Derechos Humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), que, gracias al ejercicio de las autoridades y guardias de las 138 comunidades raizales, obtienen información en tiempo real de los casos de reclutamiento forzado de niños niñas y adolescentes en sus territorios.
“Partiendo de la base de que hay un subregistro de casos, porque muchas familias temen denunciar, en el año 2022 se logró identificar a 183 niños reclutados por diferentes actores armados, en su gran mayoría por las disidencias de las Farc. En el 2023 encontramos que fueron 204 niños reclutados por estos grupos, una cifra muy preocupante con la que cerró ese año y en lo corrido de este año, con cierre al 31 de octubre, se lleva un reporte de 130 niños reclutados, incluidos algunos desaparecidos”, explica Cucuñame.
La crueldad en cifras
De acuerdo con información suministrada por fuentes militares, las cifras más altas de reclutamiento de niños y niñas de los territorios indígenas en el Cauca las muestran las disidencias de las Farc, que tendrían en ese departamento un total de 962 hombres en armas, seguido por la guerrilla del ELN, que tienen a 175 personas en sus filas.
Un total de 1137 hombres armados que, comparados con la cifra reportada de menores de edad de comunidades indígenas víctimas de reclutamiento forzado, revela que alrededor del 70 % de los combatientes en ese departamento serían niños indígenas.
Gran parte de ellos estarían en la disidencia Jaime Martínez, que tiene 266 hombres en armas; la Dagoberto Ramos, con 268 combatientes; la Carlos Patiño, con 304; la Rafael Aguilera con unos 78 hombres, y la Diómer Cortés, con 46.
Con respecto al ELN, donde hay un porcentaje menor de niños indígenas, está el frente José María Becerra, con unos 88 hombres en armas; el frente Manuel Vásquez Castaño, con 52; la compañía Juan Carlos Chilhueso Pazú, que suma 20, y la Milton Hernández Ortiz, con unos 15 hombres en sus filas.
La ventaja militar que ofrece tener a niños, niñas y adolescentes en estas organizaciones armadas ilegales no se limita al poder en el número de hombres o la capacidad para ejercer control y tener presencia en algún territorio.
Estos menores se convierten en un escudo para verdaderos guerrilleros que saben que las Fuerzas Militares van a detener operaciones si se sabe que ellos en riesgo. La utilización más perversa e infame de chicos que en condiciones normales deberían estar en la escuela.
Pero asistir al colegio es también un peligro en los resguardos indígenas del Cauca, porque detrás de ese letrero de ‘institución etnoeducativa’ hay un perverso encanto por parte de las organizaciones armadas ilegales para seducir con prebendas u obligados a sus pequeños combatientes.
Por la fuerza y mediante amenazas hacia ellos o sus familias son muchos los niños y las niñas sacados en los últimos meses de las escuelas en varios municipios del norte del Cauca. Una acción que incluso ha generado intimidaciones y ataques contra docentes o rectores que han intentado oponerse a que se lleven los muchachos, en ocasiones delante de sus seres queridos.
“Somos víctimas de un proceso de paz inconcluso. A muchos docentes nos han amenazado, y lo que vemos es que estos grupos, a diferencia de las antiguas Farc, no tienen un comandante con quién se pueda dialogar. No hay interacción, porque no tienen ideologías y su única motivación es el narcotráfico, el dinero”, explica, bajo reserva de identidad, un profesor.
Una afirmación que corroboran autoridades del Consejo Regional Indígena del Norte del Cauca, Cric, al referirse a cómo han querido destrozar su organización, que se ha caracterizado por sus procesos comunitarios y por su resistencia.
“Algo nunca antes visto es que, desde el 2017, cuando se rearmaron las disidencias, empezaron a asesinar a nuestras autoridades y nos asesinaron a 19 líderes, lo que fue un gran golpe para la organización; a Gerson Acosta, Cristina Bautista y Argenis Yatacué, entre otros, y eran asesinados portando sus chalecos, portando su bastón”, dice una de las integrantes de la Acin.
Uno de los hechos más recientes fue el asesinato de la mayora Carmelina Yule, intentando evitar que las disidencias se llevaran un niño del sector de La Bodega, en Toribío.
El amor como anzuelo
A su cuento infantil favorito le cambiaron toda la trama en menos de 24 horas. Y es que de las primeras cosas que aprendió cuando llegó a las disidencias es que no era a un lobo feroz como el que se comió a Caperucita Roja al que debía temer, sino que en adelante el peligro serían los zorros.
Nunca los vio, pero supo que los hombres zorros son militares preparados para incursionar en campamentos guerrilleros sin hacer ruido y dar de baja a objetivos precisos.
“De noche escuchaba uno que silbaba y atacaba a los que estaban de guardia; los niños no íbamos solos a bañarnos ni a hacer uso del baño por temor a que nos mataran los hombres zorro”, cuenta Michell*, quien llegó por amor a las filas de las disidencias de las Farc.
De acuerdo con cifras de la Defensoría del Pueblo, el 50 % de todos los menores reclutados en el país son población indígena, y de ellos el 65% son niños y el 35 % niñas.
Una de las formas de reclutarlas a ellas es aún más infame, dice la fuente en la Acin, y es que ponen a un hombre a enamorarlas, luego les regala un teléfono y le manda dinero de vez en cuando y después se la lleva para el grupo armado al que pertenece y allá la deja abandonada.
Joel* tiene 14 años y es parte de las milicias de las Farc, de donde quiere salirse, pero no lo hace por temor a que dañen a su familia. “Yo no debí venirme, porque lo que prometen es mentira. Me da rabia porque sé que gente de mi comunidad está buscando a sus hijos desaparecidos y yo sé dónde están los cuerpos, pero toca quedarme callado”.
Por voluntad o fuerza, el reclutamiento de menores indígenas no para, y lo que dicen las estadísticas es que esta semana diez familias sufrirán el dolor de la pérdida de sus niños.