Cali
Las historias que se ocultan en medio de la vía férrea de la Calle 25 de Cali, por donde pasará el Tren de Cercanías
Son seis los kilómetros que tiene la Calle 25 entre las carreras 1 y 50, por donde pasaría el Tren de Cercanías. Hoy en este tramo hay viviendas, canchas de fútbol, talleres de mecánica y una infinidad de negocios. Todos saben que se tendrán que ir de allí, pero no a dónde.

10 de jun de 2025, 10:23 a. m.
Actualizado el 10 de jun de 2025, 10:23 a. m.
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La primera fase del Tren de Cercanías, que conectará a Cali con Jamundí y que atravesará todo el corredor de la Calle 25 de la capital vallecaucana, tiene un sinnúmero de desafíos antes de iniciar su construcción. Uno de ellos y quizás el más complejo es reubicar los innumerables comercios, viviendas y talleres de mecánica que se extienden sobre esta vía de aproximadamente 6 kilómetros entre las carreras 1 y 50. Quien no haya caminado la zona, no se imagina todo lo que allí puede encontrar.
Los caleños saben que transitar por las calles 25 y 26 puede ser una buena alternativa para atravesar rápidamente la ciudad de norte a sur o de sur a norte, pero tanto en el día como en la noche está prohibido parar en cualquier parte de este tramo. Hay desorden en sus alrededores, trenes viejos que se caen a pedazos, canchas de fútbol, viviendas de invasión, comercios que se apoderaron de este corredor desde hace muchos años a la altura de la Galería Santa Elena y un sinnúmero de actividades como el expendio y consumo de sustancias psicoactivas.
Este panorama es el que la Alcaldía de Cali, la Gobernación del Valle y el Gobierno Nacional deben transformar para que por allí pase la primera línea del Tren de Cercanías que constará de 21 estaciones, 23,14 kilómetros de recorrido y espera movilizar 51,8 millones de pasajeros al año.
“La última vez que nos hablaron del Tren de Cercanías fue hace aproximadamente dos años. En aquella oportunidad nos hablaron de la vía férrea, nos reunieron a todos y nos mostraron proyectos. Nos han prometido reubicación, algunas ayudas para las 50 o 70 personas que trabajamos en parte de este corredor, pero no ha pasado nada más”, es el relato de Gustavo Adolfo Azcárate, un hombre que lleva 13 años trabajando en mecánica automotriz en la Calle 25 con Carrera 17.

Cuando el equipo periodístico de El País llegó a este lugar, don Gustavo se encontraba reparando un camión bajo el inclemente sol de las 11:00 de la mañana. Las gotas de sudor caían por su rostro y también por el de sus acompañantes. “Trabajar aquí es duro, no lo voy a negar, porque el ambiente es complejo. Debe uno tener la mente firme porque estamos expuestos a la droga, pero nosotros solo venimos aquí para trabajar”.
El hombre dice que de su trabajo dependen sus dos hijas, su madre y padre, por lo que le preocupa que en algún momento las autoridades lleguen a desalojar la zona sin previo aviso y se quede sin su único sustento.
“Soy consciente de que estoy trabajando sobre una vía férrea, pero el Gobierno nos puede ayudar. Estamos pidiendo que nos reubiquen en otro lugar, nos den un lote y nosotros con nuestro trabajo vamos pagando mes a mes ese espacio. Eso sería algo bueno. Yo no les pido que nos regalen nada. Sé que algún día de aquí nos va a tocar salir”, reconoció don Gustavo, quien trabaja junto a otras dos personas en su taller de mecánica.
A unos pocos metros del taller de Gustavo, está ubicada la casa de doña Constanza Ramírez, una mujer de 56 años que se dedica a reciclar y vive en un rancho a un costado de la vía férrea por la que se construirá el corredor del Tren de Cercanías.

“Vivir aquí es duro, es bastante difícil. Lo más complejo es conseguir agua todos los días. Nos toca comprarla y vale $2000 un tarro. Si no tengo los $2000 me toca esperar a que llueva. Además, la energía que tenemos aquí es ilegal”, dice la mujer.
Otro de los ingresos de doña Constanza es el alquiler de una especie de cuartos a parejas de la zona, por $2000, para que tengan encuentros sexuales durante un tiempo. “El día a día mío aquí es reciclar, ir a vender $2000 o $3000 para comerme un combinado de $4000. Con eso paso el día”.
“Sé que en algún momento me tengo que ir de aquí porque pasará el tren, pero yo estoy sola y trabajo reciclando. No tengo quién me ayude y no sabría qué ponerme a hacer. Al Gobierno le pido que si nos sacan de este lugar nos den una mano, así sea una parte muy pequeña donde vivir. Plata no pido”, son las palabras de Constanza.
En la actualidad, la estructuración técnica del tramo priorizado Cali – Jamundí está en etapa de factibilidad y se encuentra en trámite de revisión para la obtención del aval técnico del Ministerio de Transporte.
Desde el Departamento Administrativo de Planeación de Cali, le dijeron a El País que se encuentran a la espera de que el Ministerio de Hacienda y Crédito Público confirme el perfil de aportes que corresponde al Gobierno Nacional para la cofinanciación a los Sistemas de Transporte Público, conforme a la Resolución No. 20243040018695 del 2 de mayo de 2024 del Ministerio de Transporte. “De esta manera se procederá con el aval fiscal y se continuará con el proceso respectivo para gestionar el Conpes que permitirá abrir el camino al inicio de su ejecución”.

Ya en la zona de la Galería Santa Elena, la ocupación ilegal de este corredor es total. No hay un centímetro de espacio que no tenga negocios en los que venden repuestos para vehículos, motocicletas, bicicletas, cualquier utensilio de cocina y todo lo que usted necesite. Eso sí, al igual que don Gustavo y Constanza, saben que ese espacio no es de ellos, o por lo menos así lo reconoce Adonis Estrada, quien tiene su negocio de venta de asadores en la Calle 25 con Carrera 32.
“Yo llegué de Pereira a Cali transportando carbón, pero ese negocio se terminó y hace 20 años un amigo me dijo que me quedara en la ciudad, que él me daba este lugar para trabajar, a lo que yo le dije que listo, que me le medía”, recordó el hombre.
En medio del bullicio de la zona, de las sirenas de los carros pidiendo espacio para cruzar las angostas calles encharcadas de la galería y parlantes promocionando todo tipo de productos, don Adonis dice que tiene claro que lo que hay donde él está es espacio público.

“Mañana aquí llega la Alcaldía a decirnos que necesitan este espacio desocupado, pues no nos queda de otra. Yo tumbo todo, lo llevo a Sidoc para venderlo por chatarra y no pasó nada, porque quién se va a oponer a eso. Nosotros nos encontramos aquí por estar de buenas, porque el día que la Alcaldía reclame esto, acá nadie tiene escrituras”, indicó.
Unos 30 metros más adelante está sentado en un mueble, y con la mirada un poco perdida, don Héctor Fabio Galvis. Se encuentra a las afueras de su pequeño negocio de repuestos para bicicletas que tiene desde hace 30 años. Quizás su mirada al cielo se debe a la reducción en las ventas, pues ya era más de mediodía y no había hecho la primera.

“Las ventas están un poco duras y algunas veces pasa uno hasta tres o cuatro días sin vender una moneda”, reconoció don Héctor.
“Sobre el tren sé lo que comenta la gente, pero que yo conozca que a este lugar vino la Alcaldía o alguien a decirnos cuál es el plan, no. Antes había mucho comercio, eran muy buenas las ventas, pero hoy cada vez nos visita menos gente”, cuenta este hombre, quien dice que se ha visto obligado, en diferentes ocasiones, a cerrar su local por cirugías a las que ha debido someterse.
Finalmente, cuenta: “La gente por aquí comenta, pero nadie nos ha dicho cuánto tiempo tenemos para salir de aquí. Si nos dicen, en algún momento, que debemos salir, no sabría qué hacer porque muchos vivimos de esto desde hace mucho tiempo”.
Todos hoy piensan en conseguir los recursos para que por fin el Tren de Cercanías sea una realidad, aún más cuando en unos años, cuando entreguen el metro de Bogotá, Cali será la única de las tres ciudades más importantes del país que no tendrá un sistema de transporte de esta magnitud.
Sin embargo, no se debe minimizar el proceso de diálogo que debe haber con todas las familias que viven sobre las calles 25 y 26, que hoy la ciudad mira solo desde las ventanas de los automóviles cuando pasan a 60 kilómetros por hora por esta vía y no se imaginan lo que deben hacer para sobrevivir.
Comunicador social y periodista de la Universidad Autónoma de Occidente. Especialista en comunicación y periodismo digital. Periodista del Diario El País desde el 2017 y docente universitario.