Colombia
Un viaje por los sonidos de la naturaleza: la historia de la reserva ‘Para Ver la Esperanza’
En Valledupar, una reserva natural es muestra de transformación e inclusión para personas con discapacidad visual.
Lo que antes era una finca ganadera en el corregimiento de Río Seco, en Valledupar, por allá en la década de 1970, hoy es una reserva natural dedicada a la conservación de sus especies de fauna y flora.
La transformación fue obra del licenciado César Pompeyo, quien compró el espacio de 379 hectáreas al concebirlo como un enclave estratégico para la conservación y el futuro del bosque seco tropical en Colombia.
Desde ese momento, no solo cerró la actividad ganadera, sino que adelantó la solicitud de registro ante el Ministerio de Ambiente y Parques Nacionales para destinar esta área al conocimiento, la consolidación y el posicionamiento de iniciativas de conservación.
“Tenemos 12 senderos. El más lindo es el sendero Leandro Díaz, con el cual enlazamos un punto de unión con Cali porque fue la Fundación Río Cali la que lo desarrolló, entonces hicieron este sendero inclusivo y sensitivo en honor a Leandro Díaz, quien era unos de los más grandes compositores de la música vallenata y era ciego de nacimiento”, explicó Lili Vargas de Mendoza, propietaria actual de la reserva, cuyo nombre es ‘Para Ver la Esperanza’.
La reserva queda saliendo de Valledupar, por la carretera que conduce al Patillal. En el Kilómetro 8 se gira hacia la izquierda para tomar un camino de 4 kilómetros que llega hasta su portón.
Se trata de un sendero con línea de vida de unos 400 metros de longitud, en un terreno completamente quebrado y con varios desniveles para que las personas con discapacidad visual puedan disfrutar de la naturaleza y, a la vez, sentir rigor del turismo ecológico.
“Está todo dispuesto y diseñado para que una persona con discapacidad visual pueda disfrutar”, añadió la propietaria, pero también aclaró que esto no significa que el público en general no pueda participar del recorrido.
Sin embargo, buscando una experiencia igualmente inmersiva para todos los visitantes, aquellos que no tengan discapacidad visual tendrán que hacer el recorrido con los ojos vendados.
“Se siente un poquito de angustia al principio, quizás como esa ansiedad de no poder estar disfrutando todo lo que me está rodeando con mis cinco sentidos activados, pero luego como que conectas con esa capacidad que tienes de no solo ver, sino también de escuchar y palpar”, contó Fernanda Sandoval, una de las visitantes de la reserva natural.
Ella explica que lo primero que se le pasó por la cabeza fue el temor de que se pudiera tropezar y caer o que no realizara bien el recorrido, pero minutos después sus preocupaciones se desconectaron y empezó a escuchar la guía, la voz y las especies que habitan el lugar, volviéndola una experiencia “muy gratificante, uno realmente entra en la naturaleza”.
Y es que en ‘Para Ver la Esperanza’ hay una gran variedad de aves, como la pava pico azul, turpiales, colibrí, pico rojo y muchos otros cantores, solo por referenciar algunos sonidos que llenan la oscuridad de los ojos vendados.
“Poder sentir las semillas, los árboles, es una experiencia única. Caminar a ciegas es algo que uno no se alcanza a imaginar y aquí se puede vivir en un sendero dentro del bosque”, relató, por su parte, Juan Daniel Bernal, otro visitante a la reserva.