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PAPA FRANCISCO

¿Quién es Rolando Álvarez, el obispo que se resiste al régimen de Ortega en Nicaragua?

Luego de ser hostigado y “secuestrado” por las autoridades, el religioso fue condenado a 26 años de prisión por “traición a la patria” tras negarse a ser desterrado de Nicaragua.

5 de abril de 2023 Por: Olga Lucía Criollo, Editora de Poder

“No se engañen, ustedes son los verdaderos prisioneros, prisioneros de la maldad y de la mentira, de la ambición y la crueldad. Quiten la piedra de la cárcel y liberen al Obispo”.

Desde el exilio en Miami que le ordenó el Papa Francisco para salvar su vida, monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, no ha dejado de reclamarle al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que excarcele a su “hermano”, el también obispo Rolando Álvarez.

Lo hizo en agosto pasado, cuando este último fue encarcelado por ‘exorcizar’ el temor de los nicaragüenses para rebelarse ante la dictadura. Lo hizo seis meses después, cuando el prelado se negó a abandonar su país si el régimen no liberaba a todos los presos políticos. Y lo hizo hace quince días, cuando se conoció la primera prueba de supervivencia del purpurado...

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¿Pero quién es monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de Matagalpa, cuya detención prácticamente rompió las relaciones entre el Gobierno de Managua y El Vaticano?

Su nombre comenzó a ‘tallar’ al régimen hace cuatro años, cuando el obispo Báez debió salir del país tras comprobarse el peligro que corría su vida por denunciar violaciones a los Derechos Humanos cometidas incluso desde el primer mandato de Ortega.

En efecto, desde la ciudad de Matagalpa, monseñor Álvarez demandó, por ejemplo, que el Gobierno de Nicaragua no atendió correctamente la pandemia de covid y las estadísticas de la enfermedad no eran transparentes.

Martha Patricia Molina, autora del libro Nicaragua: ¿una iglesia perseguida?, cuenta que en los hospitales se prohibía usar guantes y mascarilla; decían que si los médicos los usaban iban a alertar a la población sobre un virus que no existía, y sobre las muertes que se daban, aseguraban que eran por problemas del corazón, por pulmonía o neumonía, pero nunca reconocían que era covid.

“Entonces, como monseñor Rolando estaba en las comunidades más desprotegidas de Nicaragua, reunió un grupo de expertos en salud y comenzó a decirle al pueblo que le iba a dar información y medicina a las personas que padecían covid, pero inmediatamente el Ministerio de Salud le mandó a decir que no tenía autorización para hacer esa labor humanitaria”, narra ella también desde el exilio.

Pero el prelado no se rindió y decidió recurrir al Evangelio, la mejor ‘arma’ que le daba su condición de religioso católico, para, a través de las redes sociales, denunciar “las arbitrariedades que se estaban cometiendo y criticar la manera como la dictadura seguía reprimiendo a la población”.

Otra de sus estrategias fue convocar a todos los feligreses para que diariamente, a las cinco de la tarde, se conectaran al rezo del Santo Rosario.

Siempre lo estaban persiguiendo. No solo a él sino a toda la Diócesis de Matagalpa. Pero él enfrentaba a la Policía, le decía que por qué lo perseguían y que por qué molestaban a su familia.

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En una ocasión, cuyo video se hizo viral, sacó del templo la custodia con el Santísimo (hostia sagrada) y los uniformados comenzaron a ofenderlo.

“Cuando vieron que todos se conectaban al Rosario, dijeron a través de las redes sociales que él estaba llamando a la desestabilización del país y promocionando noticias falsas. Pero lo que él hacía, como se puede ver en su cuenta de Twitter, que quedó activa, es que él analizaba el Evangelio, oraba por todas las personas y casi a diario hacía exorcismos, lo cual también le molestaba a la dictadura”, dice Martínez.

Lo cierto es que el 4 de agosto del año pasado, monseñor Álvarez y los sacerdotes que lo acompañaban fueron “secuestrados” por las autoridades de Daniel Ortega.

De acuerdo con la autora de Nicaragua: ¿una iglesia perseguida?, al obispo “le montaron un juicio que nunca respondió a las garantías constitucionales ni del debido proceso. En las dos primeras audiencias no se le permitió defensa privada, sino que le impusieron una defensora pública que, lógicamente, iba a responder a todas las exigencias del Poder Judicial, porque en Nicaragua no existe institucionalidad y muchos menos división de poderes”.

Total, en diciembre fue acusado de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional” y lo mandaron adonde un familiar para que allí pagara casa por cárcel.

Poco después, el Gobierno ordenó el destierro de 222 presos políticos a los que les retiró la nacionalidad nicaragüense, pero, como Buen Pastor, monseñor Rolando se negó a abordar el avión que lo llevaría a Estados Unidos, lejos de Matagalpa y de Estelí, la nueva Diócesis que le habían asignado. Al día siguiente fue condenado a 26 años y 4 meses de prisión.

Desde entonces, el purpurado mantiene recluido en la prisión Jorge Navarro de Tipitapa, conocida como La Modelo, en donde, según la agencia de información católica, Aciprensa, “se cometen violaciones a los Derechos Humanos, como el hacinamiento de los presos, la falta de atención médica, las agresiones del personal de la cárcel contra los reclusos, la retención de los familiares que hacen visitas y la ingesta de comida mezclada con detergente”.

Lo cierto es que a monseñor Álvarez allí se le impide usar su vestidura sacerdotal, siendo uno más con el uniforme azul de los prisioneros, y que está visiblemente delgado.

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Así quedó en evidencia el pasado 26 de marzo, cuando, según sus allegados, el Gobierno Ortega “montó un show escénico” al permitir que el obispo fuera visitado por dos de sus hermanos, mientras que a un periodista “al servicio del régimen” le dijo que durante el encuentro habían “comido muy sabroso, con una comidita que nos facilitaron, gentil y amablemente, los amigos del sistema penitenciario”.

Pero desde Miami, monseñor Silvio José Báez sigue reclamándole al régimen de Nicaragua: “Me he alegrado mucho al ver las fotos de mi hermano, monseñor Rolando. ¡Doy gracias a Dios que está vivo! La escenografía de la dictadura ha sido repugnante y cínica y no borra su crimen. Se ha revelado la fuerza de la oración del pueblo y la presión internacional. ¡Libérenlo ya!”.

Y el Domingo de Ramos, justo cuando se cumplieron doce años del obispado de Álvarez, hizo un símil entre la Pasión y lo vivido por los presos políticos en Nicaragua: “Jesús fue arrestado de forma ilegal, sin haber cometido ningún delito”.

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