Columnistas
Plegaria de una madre
No hay dolor más grande para una madre que la pérdida de un hijo. Que terrible este Siglo XXI, otro siglo de la muerte. Todos los días vemos madres desgarradas por el llanto,
Me duele en mi vientre de mujer esta terrible guerra de hombres mayores que se odian y colocan a jóvenes que no se odian a morir y a matar. ¿Cuántos adolescentes y niños judíos y palestinos mueren a diario sin saber por qué? Las mujeres no queremos parir más hijos para la guerra.
El más sublime momento de un ser humano es cuando llega al mundo. Es ese minuto en que la mujer da a luz y nace ese bebé que ella ha llevado con tanto amor en su vientre por nueve meses. Esa es la economía del dar de la filósofa feminista, Genevieve Vaughan. La madre da a luz. Luego viene la etapa de amamantarlo, de cuidarlo, ella no espera que el niño le retribuya, es suficiente una sonrisa o el final del llanto. Esa es la vocación del dar de las mujeres y por eso a esos seres que dio vida y los cuidó con tanto amor no quiere que los maten. No hay dolor más grande para una madre que la pérdida de un hijo. Que terrible este Siglo XXI, otro siglo de la muerte. Todos los días vemos madres desgarradas por el llanto, recogiendo los cadáveres de sus hijos, llorando a los desaparecidos o sufriendo la angustia despiadada de todos aquellos secuestrados por Hamás en un acto demencial y la brutal represalia de Israel.
Se conmemoró el 25 de noviembre, el día de la no violencia contra la mujer, pero que peor acto de violencia que la muerte de sus hijos e hijas, el movimiento social de mujeres a nivel mundial pide a gritos que basta ya, pero ¿qué hacer?
Recordamos a Aristófanes, un dramaturgo griego del 411, que llevaba en escena obras de teatro de la vida cotidiana de los pueblos. Dice la historia que en su obra Lisístrata, esta heroína disolvió los ejércitos e instigó la primera huelga feminista en que las mujeres de Atenas y Esparta se unieron para acabar con el permanente conflicto, entre las ciudades Estado más poderosas de la Grecia antigua. Lisístrata, junto a sus compañeras Cleonice, Mirrina y Conciliación, desafiaron al poder establecido y defendieron soluciones pacíficas. Su táctica fue privar a los hombres de relaciones sexuales hasta que no terminaran la guerra. Luego se tomaron el Acrópolis, el sitio sagrado de los griegos y aunque algunas tuvieron momentos de flaqueza, ante la insistencia de sus compañeros, todas volvieron hasta que los hombres desesperados llegaron a un acuerdo de paz y hasta el Concejo de ancianos, los más reticentes y los más guerreros tuvieron que ceder.
En este mundo globalizado, aunque todas las madres rechazamos la guerra, nos sentimos impotentes ante la maldad manifiesta y solo pedimos que aquellas mujeres que están cerca de los hombres que toman las decisiones de los bombardeos, los misiles, la destrucción masiva, las matanzas les hablen, los convenzan y logren que dejen el odio para que pare este régimen de muerte y le demos la bienvenida a la vida.