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La pelea de Trump y Musk

A Musk no le gustó que la ley no recortara más los programas sociales del gobierno y los gastos en aseguramiento en salud, dijo que era una “ley abominable y que el Senado debería hundirla.

Mauricio Cabrera Galvis
Mauricio Cabrera Galvis | Foto: El País

8 de jun de 2025, 05:01 a. m.

Actualizado el 8 de jun de 2025, 05:01 a. m.

Es la pelea del año: en una esquina, Donald Trump, el hombre más poderoso del mundo; en la otra, el hombre más rico del planeta, Elon Musk. Hasta la semana pasada eran los mejores amigos y hoy se insultan como niños malcriados.

Musk era el gran aliado del presidente. Después de donar 250 millones de dólares para la campaña electoral se había convertido en el verdadero poder detrás del trono, más importante que cualquiera de los ministros, el que le hablaba al oído, lo acompañaba a las reuniones más importantes; tenía acceso a información super confidencial y recibió el encargo de ejecutar una de las principales promesas de Trump, reducir el gasto público acabando con la burocracia, supuestamente ineficiente, del gobierno federal.

Para ello, Musk creó el Departamento de eficiencia gubernamental (DOGE, por su nombre en inglés) y con un equipo de jóvenes fanáticos, pero inexpertos, se dio a la tarea de cerrar dependencias, despedir empleados y cortar funciones. Con bombo y platillos anunció que iba a recortar 2 billones de dólares de gasto público, pero solo logró menos del 10% a costa de daños inmensos como la eliminación de la agencia de ayuda a los países pobres, la Usaid.

Tal vez frustrado por lo que no pudo hacer, Musk decidió renunciar a DOGE y salir de Washington, pero todavía mantenía una buena relación con Trump, a punto tal que el presidente le regaló una llave de oro de la Casa Blanca, símbolo de que allí podía entrar cuando quisiera. De pronto todo explotó.

La pelea empezó porque Musk se atrevió a criticar el proyecto bandera de Trump, “the big and beautiful bill”, la ley ya aprobada por la Cámara de Representantes que bajaba los impuestos a los ricos, aumentando el déficit fiscal y la deuda pública en 2,4 billones de dólares. A Musk no le gustó que la ley no recortara más los programas sociales del gobierno y los gastos en aseguramiento en salud, dijo que era una “ley abominable y que el Senado debería hundirla.

Trump pasó al ataque diciendo que Musk no había entendido la ley y que estaba loco y molesto porque le iban a quitar el subsidio a sus carros eléctricos. Musk replicó que la subida de aranceles de Trump iba a causar recesión. De allí se pasó a los ataques personales en las redes sociales: que Trump era un ingrato porque sin los millones de dólares de Musk hubiera perdido las elecciones, que se iban a cancelar todos los subsidios y contratos del gobierno con las empresas de Musk, que había que condenar al presidente para que el vicepresidente Vance asumiera, y la noticia bomba, que Trump estaba en la lista de ‘beneficiados’ del infame pederasta Epstein, lo mismo que Andrés Pastrana.

No se sabe dónde va a terminar la pelea. Musk tiene mucho que perder y con el solo anuncio de la posible cancelación de los contratos oficiales el valor de su empresa Tesla cayó 150.000 millones de dólares. Trump, por su parte, puede perder el apoyo de unos cuantos congresistas -que son financiados por Musk- o que hundiría su grande y hermosa ley. Lo que es lamentable es que las políticas públicas del país más importante del mundo se decidan en una pelea de egos inflados, y que el poder de un presidente se utilice para venganzas personales.

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