Columnistas
Economía y país van mal
¿Hasta cuándo resiste la tasa de cambio? Un crecimiento en 2023 de 0,6% no puede dejar tranquilo a nadie.
Nuestra economía se ha caracterizado históricamente por no traer grandes sorpresas. En cien años solo en tres ha habido cifras negativas de crecimiento: las crisis del 29, 99 y 20. Se han registrado trimestres negativos, pero al final se compensan con otros mejores. La perspectiva económica ha sido de estabilidad y predecibilidad. Hasta ahora.
La saliente misión del FMI concluyó que somos menos inestables económicamente, lo cual no puede interpretarse como una buena noticia. Lo que quieren decir los expertos es que seguimos inestables, especialmente por la situación fiscal ejecutada desde 2019. Esta afirmación supone una contradicciónpara el gobierno, significa una realidad de menores ingresos públicos y la necesidad de recortar los gastos en medio de una política de más gasto, discrecionalmente, con más endeudamiento, cada vez más caro y escaso, y sin ningún ‘auror’ en el gabinete que le diga al emperador que está desnudo, no hay plata y se necesitan el petróleo, el gas y el carbón.
La reacción será una nueva reforma tributaria, para subir impuestos a un sector privado que se contrajo y que no tiene interlocutoría ni confianza en el gobierno. Y a la clase media, cuya cuota impositivase incrementó para este año fiscal en 25 %. Según el FMI, no va bien una economía que lleva dos ministros de Hacienda en 18 meses.
¿Hasta cuándo resiste la tasa de cambio? Un crecimiento en 2023 de 0,6% no puede dejar tranquilo a nadie.
La inversión, formación bruta de capital fijo, es esa locomotora no solo en construcción, sino en todos los capítulos productivos, y se desplomó 25%. A duras penas llega al 15% del PIB. Es una situación crítica que nos llevará a una recesión, tal vez la más grave, pero que no parece despertar preocupación del gobierno: no se ve al MinHacienda tomando medidas de reanimación: solo le exige al Banco de la República bajar sus tasas rápido, sabiendo que esa decisión no está en el ejecutivo y que, si bien es necesaria, no es suficiente para modificar el horizonte.
¡Hay que recuperar la confianza! La de los compradores, quitándoles la incertidumbre sobre si, con las reformas atascadas, sus necesidades de salud van a ser atendidas; si podrán jubilarse algún día; si podrán pagar los servicios públicos; y si el deterioro del crédito y el que se avecina del empleo, afectarán su núcleo familiar. La de los vendedores, haciéndoles confiable y barata su operación de cartera y la financiación de sus inventarios. La de los inversionistas convenciéndolos con actos concretos que el sector privado no es enemigo del Estado, sino importante aliado. De la inversión pública también se desconfía, por la escasez fiscal y la discrecionalidad presidencial en la ejecución del presupuesto para presionar a los funcionarios elegidos.
Al erosionar el presidente, la institucionalidad de empresarios, justicia, economía y congreso, solo ganan la inseguridad jurídica y la ciudadana, ambas deterioradas.
Petro no teme que el establecimiento lo detenga. Una mala economía lo hará.