Columnistas
Bendita coca
Para nuestros antepasados fue un don de los dioses, para nosotros es un regalo de la naturaleza
Para nuestros antepasados fue un don de los dioses, para nosotros es un regalo de la naturaleza. Gracias a ellos y a ellas contamos con ese prodigioso arbusto que crece hasta sobrepasar la altura de un adulto, con hojas ovaladas de un verde luminoso y unas flores blanquísimas y minúsculas, que es al mismo tiempo panacea. Que, según la definición de la Rae, es “remedio para cualquier mal”, como de hecho lo son las hojas de coca, que, como analgésico han sido utilizadas para calmar las jaquecas y los dolores estomacales y menstruales y como estimulante han sido usadas para aliviar el hambre, la fatiga, la depresión y la tristeza. Por lo que se comprende que por estas y otras semejantes razones, la coca se haya entrelazado con todas las facetas de la vida de los pueblos y de las tribus que formaron parte del Imperio Inca, que se extendía, como bien se sabe, desde el sur de nuestro país hasta la imponente meseta boliviana.
La hoja de coca nutrió su medicina y animó las labores agrícolas, las mingas, las tareas domésticas, los rituales religiosos y las fiestas populares. Y lo hizo en el Incanato y lo siguió haciendo durante el virreinato y la mayor parte de la época republicana. Conservo en la memoria aquellos años infantiles en los que Erasmo, mi padre, nos llevaba de paseo a Silvia, Cauca, en cuyo mercado podían verse a los campesinos guambiamos, ataviados con sus coloridos trajes, vendiendo tranquilamente atados de hojas de coca. Y recuerdo también aquellas grandes casas de Ciudad Jardín que amurallaban sus jardines con tupidos setos, hechos con matas de coca, cuidadosamente recortados.
Pero la coca no solo es historia nuestra. También es parte de la historia de Europa y de los Estados Unidos. Llevada al viejo continente a mediados del Siglo XIX, dio lugar a que un ingenioso fabricante de bebidas alcohólicas produjera y distribuyera con gran éxito el vino Mariani, que era vino al que le había añadido coca y del cual disfrutaron desde Julio Verne y Alejandro Dumas hasta el papa León XIII.
A finales de dicho siglo, John Syth Pemberton, veterano de la Guerra civil en la que se hizo adicto a la morfina, e inspirándose en Mariani, compuso el Vino coca francés, que tuvo igualmente una gran aceptación popular. La prohibición del alcohol lo obligó a quitar el vino y dejar sin embargo la coca, con un resultado espectacular: la Coca Cola. La bebida que es sinónimo del Imperio Americano.