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ABUSO A MENORES

La obra de teatro que pone en escena el drama del maltrato infantil

Desde Cali, la obra de teatro ‘Valentina y la sombra del diablo’ busca mostrar una realidad que esconden muchos menores.

18 de abril de 2021 Por: Luis E. Valencia Yurgaki | Especial para El País
El grupo Colectivo teatral Entrada Libre, en conjunto con el Laboratorio de La Máscara, fueron galardonados en el 2020 con la Beca de Creación Teatral del Ministerio de Cultura y, hace poco, seleccionados entre los 25 del Festival de Teatro de Cali. | Foto: Foto: Luis E. Valencia

Una inmensa sombra brota de la pared, estirándose por todas partes hasta tomar forma y cuerpo, olfateando, queriendo ocupar todo en el éter de la habitación. Valentina está escondida debajo de su cama. Hoy no quiere jugar con el ‘diablo’, pero este no se irá, a menos que rompa con el silencio de sus lágrimas y permita el paso de la luz.

—Jugaremos en el bosque, mientras los otros no están —le propone la sombra.

—No quiero, no quiero jugar ni al papá y a la mamá, ni a nada.

Ya en este tramo de la obra, la mitad del escenario, niños y adultos, logran interpretar lo que sucede alrededor de ese espacio, compuesto por un roble sin hojas y telones que cuelgan desde la techumbre de la Fundación Cali Teatro, en San Antonio. La misma escena se ha producido en varios ámbitos, pero también podría existir en la realidad de muchas personas.

Y es que, esta situación no es ajena al escenario del Valle: el año pasado, un informe del Instituto Nacional de Medicina Legal indicó que, de 1332 denuncias por abuso sexual, 940 correspondieron a niñas y adolescentes. Pero la sombra del diablo actúa más allá de todo esto.
De acuerdo con un reporte del Concejo de Cali, para el año 2020, los casos de violencia a la primera infancia y adolescencia superaron los 2046. Para el 2021, solo durante las primeras dos semanas de enero, ya habían más de 250 denuncias.

Asimismo, este año, tras ser aprobado el proyecto de ley que prohíbe los castigos físicos o tratos crueles contra niños, niñas y adolescentes, la directora del Icbf, Lina María Arbeláez, dijo que “esto es una oportunidad para deslegitimar todo ese paradigma que por décadas ha aceptado la violencia como una opción de crianza, dejando secuelas irreparables en la vida y en el desarrollo de los niños”.

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En Cali Teatro la acción continúa tan fuerte, que hace ver el golpeteo de las pulsaciones en las sienes de todos. De repente, el grito de Valentina irrumpe azotando los tímpanos y, del otro extremo, el abuelo Lázaro aparece.

—Las manos y los pies de los niños como tú siempre están limpios —le dice—, solo la sombra del diablo tiene las manos sucias y tristes, porque con esas manos amasa el pan de la tristeza.

Tras negar la existencia de la sombra, Valentina cae en un llanto desesperado. Su dolor es disipado por la falsa idea del ‘diablo’ que la ha obligado a un silencio frío, con el objetivo de ocultar su verdadera identidad.

Según datos de la Gobernación del Valle del Cauca, 4 de cada 10 menores de edad han sufrido algún tipo de violencia física, intrafamiliar, psicológica o sexual.

Desde Unicef, organización protectora del cumplimiento de los derechos de la infancia, se expuso que “la familia es el ambiente de crecimiento y bienestar donde niñas, niños y adolescentes deben ser más protegidos; sin embargo, es allí donde sufren los mayores niveles de violencia”.

Por la importancia del tema, la obra, original de la dramaturga mexicana Verónica Maldonado, fue laureada en Colombia con la Beca de Creación Teatral del Ministerio de Cultura (2020), y recientemente nominada para el Festival de Teatro de Cali.

“Esto ha logrado despertar en muchas personas ciertas experiencias similares a la de Valentina, entorno al abuso sexual, pero no todas conducen a este tipo de opresión, sino que también se relacionan, por los niños, con cualquier tipo de fuerza ejercida para obligarlos a hacer algo”, declaró Sergio Rincón, integrante del Colectivo Teatral ‘Entrada Libre’ e interprete del ‘diablillo’, un ser que antaño fue tormento para Lázaro.

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Asimismo, Claudia Muñoz, directora de la obra, dijo que “todos los niños, si no lo han vivido, logran entenderlo. Ellos saben que a Valentina le hacen cosas que a ella no le gustan, y ellos sienten empatía por ella”.

—Yo no juego con la sombra del diablo, tampoco comí pan de la tristeza y el ‘diablo’ no existe.
—No puedes matar al ‘diablo’ con tus piedras, Valentina —dice el abuelo Lázaro—. Esos son tus miedos, y a este ‘diablo’ solo se le puede vencer con la luz.
Con la mirada fija en la proterva y maléfica pared, la valiente Valentina espera a que la sombra del diablo se materialice. Esta vez, ha decidido dejar el miedo y aferrarse a una luz que promete acabar con sus temores, solo si tira sus piedras y accede al brillo que deja al descubierto a quién corresponde la sombra del diablo, y lo que hace con ella cuando están en su habitación.

—Pobre niña —dice la sombra—. Sin nadie que la cuide. Sin nadie que le crea.
Pero Valentina no está sola. La sabiduría del abuelo Lázaro le ha hecho entender que se tiene a sí misma, entonces, en medio de la oscura habitación, Valentina con Valentina, enfrenta la sombra del diablo, levantando las pesadas piedras de sus miedos, decidida a extraer toda tristeza.

—Tienes miedo a la luz que esconde tu nombre. Debajo de mi piedra del miedo estás tú, le voy a contar a todos quién eres y lo que me haces.
Entonces el escenario se agita, y nadie puede resistirse al llamado de aquel sentimiento desenfrenado de desesperación. La vibración se percibe contra el suelo y la electricidad flota en la atmósfera. Los niños parecieran querer levantarse de sus puestos para ayudar a Valentina. El fin de la obra se acerca con una violencia que alcanza a abatirse sobre todos.

—Ya no te tengo miedo, no tienes poder sobre mí. Todos van a saber tu nombre, Tío Mundo. Eres el Tío Mundo.

—No repitas mi nombre, todos saben que soy bueno contigo —dice el Tío Mundo—. No digas que tú y yo jugamos.

La función termina y todos salen con cuidado de la sala. Padres y niños dan cuenta de sus impresiones en un cuaderno donde algunos se atreven a sortear su sombra con el impulso de la obra, y otros aceptan que, la oscuridad en la que habitaron de niños, era la tristeza en la que vivían, así que buscan la luz, como polillas, decididos a no ser nunca más los anfitriones de su propia sombra del diablo.

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